Una lluvia de gracia, como la caída del rocío - Ef 1, 1-10


Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, les deseo a ustedes, los hermanos y fieles cristianos que están en Éfeso, 
la gracia y la paz, de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.

Pues por Cristo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia,
con toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo,
cuando llegara la plenitud de los tiempos:
hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
tuvieran a Cristo por cabeza.


Reflexión Columbana
la primera lectura de hoy es de la carta a los Efesios. Vamos a leer esta carta por las próximas dos semanas. Es una carta muy bonita, con una gran riqueza de lenguaje y mensaje. Muchos estudiosos sostienen que no fue escrito por el mismo Pablo, pero escrito por uno de sus discípulos en el nombre de Pablo en algún momento después de que Paul murió. Si ese es el caso, se trata de una carta que es digna de Pablo. 

Acabamos de escuchar los primeros versículos de la carta, que adoptan la forma de una oración de bendición: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo ..." Dios es bendito por todo lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. 

La oración bendice a Dios por la riqueza de la gracia de Dios que ha sido derramado sobre nosotros en Cristo. Sabemos todo sobre aguaceros y el clima. La próxima vez que experimentemos otra ducha, pensemos en esa línea de la carta a los Efesios, "la riqueza de la gracia de Dios, que Dios ha derramado sobre nosotros." Según esta oración, Dios nos ha honrado porque a través de la sangre de Cristo conseguimos nuestra libertad, el perdón de nuestros pecados.

Todos y cada uno de nosotros, aún sin quererlo, sin buscarlo, sin merecerlo o sin entenderlo plenamente no solo recibimos bendiciones espirituales sino que compartimos también muchas bendiciones temporales.  El sol, la lluvia, una canción, un olor, un sabor, una textura nos maravilla y llena de asombro y nos permite disfrutar de la belleza natural de esta tierra. 

Cada uno de nosotros podemos admitir que cuando revisamos los días, meses y años de nuestras vidas y comenzamos a contar todas las bendiciones recibidas, encontraremos un asombros numero de ellas, a veces son tantas que de hecho terminamos dándole poca importancia a muchas de ellas.

Por eso, las palabras de la lectura-oración que hoy compartimos, nos mueve 'a alabar la gloria de la gracia de Dios, esto es lo que hacemos cada vez que celebramos la Eucaristía y lo hacemos bien. Después de haber sido bendecidos por la gracia de Dios, agradecemos a Dios y tratamos de vivir una vida en su gracia, con la alegría de sentirnos perdonados, salvado, y sobre todo,porque nos sabernos inmensamente amados y amadas por el dueño del amor bonito e infinito.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cuando el ministerio va bien - Lucas 8,1-3

Nuestro potencial interno - Lucas 8:4-15

TOC - Eclesiástico 2, 1-13 - Prepárate para las pruebas - Martes de la Semana de Pentecostes (7 sem)