TOB - Ana la Profetiza - Sabado 6to dia de Navidad - Lc 2, 36-40

La viuda Ana en el evangelio de hoy es uno de esos encantadores personajes que aparecen en los primeros dos capítulos de Lucas. Zacarías, Isabel, Simeón y, por supuesto, María y José son otros ejemplos de personas de fe en Dios. Lo que distingue a Ana de los demás es su edad, ochenta y cuatro años, y el hecho de que nunca abandonó el Templo, sino que permaneció allí, sirviendo a Dios noche y día con oración y ayuno.

Cuando pensamos en maneras de servir a Dios, tendemos a pensar en diversas formas de actividad en las que podemos participar. Ana era una mujer que servía a Dios permaneciendo en el Templo, orando y ayunando.

Se podría decir que ella vivió una vida contemplativa. Sin embargo, su vida de oración y ayuno en el Templo la llevó a ser un testigo poderoso de la actividad de Dios para los demás.

El evangelio nos dice que cuando María y José llegaron al Templo para presentar al niño, Ana comenzó a alabar a Dios y luego habló del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

La oración y el ayuno de Ana la convirtieron en un poderoso testigo de lo que Dios estaba haciendo. Ella nos recuerda que hay muchas formas de servir a Dios, y una de las formas más importantes es mediante nuestra oración. Orar es servir a Dios; es entregarnos a Dios. Tal servicio de Dios nos dará poder, como lo capacitó a Ana, para ser testigos de la presencia y actividad de Dios para todos los que todavía anhelan la venida de Dios.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOB - Sabado, 6to dia de Navidad


Primera lectura: 1 Jn 2, 12-17
Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio. Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.

No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna. 

Salmo Responsorial: Sal 95, 7-8a. 8b-9. 10: R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder
y tribútenle honores a su nombre.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
Ofrézcanle en sus atrios sacrificios. Caigamos en su templo de rodillas.
Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
R. Alégrese el cielo y goce la tierra.
"Reina el Señor", digamos a los pueblos.
El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.
R. Alégrese el cielo y goce la tierra.

Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros.
Vengan, naciones, y adoren al Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
R. Aleluya.

Evangelio: Lc 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
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Oremos:
Dios todopoderoso y eterno,
que por la venida de tu Hijo unigénito
has hecho resplandecer una nueva luz,
concédenos que,
así como él compartió nuestra condición humana al nacer de la Virgen,
también nosotros lleguemos a compartir su reino de gracia.
Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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