TOB - Viernes 2da. Semana - Mirando más Alto - Mc 3, 13-19

La misericordia y el perdón son leyes profunda de Dios escritas en nuestros corazones, ellas nos ayudan a entender la clemencia de David hacia Saúl. La letra de la ley permitiría a David, en defensa propia, atacar a Saúl e incluso matarlo, pero David respetaba y amaba a su rey, por eso le grita reverente: "No levantaré la mano contra el ungido del Señor". Al darse cuenta Saúl de la magnanimidad de David, "lloró en voz alta". Hay una sensación de "nobleza obliga" en esta historia , de hacer lo noble por sí mismo .

Al subir la montaña para convocar a sus elegidos, Jesús evoca a Moisés que subió al Monte Sinaí para recibir la ley de Dios (Ex 19).

A menudo, en la Biblia, las montañas son lugares privilegiados para la oración, de templos y santuarios. Los místicos cristianos también amaron la idea de subir a la montaña de Dios: de estar a menudo solos en oración para encontrar su seguridad en el Señor.

Esa noche, Jesús hace oración a solas antes de llamar a los doce. La escena de la montaña nos llama a buscar la oración personal, a solas con la majestad soberana de Dios sobre nuestras vidas. Este relación eleva nuestra vida a un nuevo nivel, pasar de nuestro antiguo pacto a la renovada y vibrante presencia de Jesús en nosotros.

Jesús llama a doce de entre un grupo más grande de discípulos. Llamó a estos doce para que sean sus compañeros, para que estuvieran con él, y, en segundo lugar, los llamó para enviarlos a predicar y sanar, a compartir su propio trabajo. Primero tendrían que estar con él antes de que pudieran salir en su nombre. Necesitaban conocer al Señor de la obra antes de poder emprender la del Señor. A nosotros también nos llama a compartir su obra, a testificarlo, a llevar su evangelio al mundo a través de nuestras vidas. Antes, debemos aprender a ser los compañeros del Señor, a estar con él, a unirnos a él por medio de la oración, una de las formas principales de pasar el tiempo con el Señor. En la oración nos sintonizamos con la presencia del Señor, nos hacemos presentes como él lo está para nosotros. Estamos unidos a él ya sea la oración pública de la iglesia, como la Eucaristía, o nuestra propia oración personal y privada. La oración con el Señor crea un espacio para que Él obre en nosotros y a través de nosotros. El Evangelio nos anima a crecer en nuestra relación con el Señor al pasar tiempo con él, antes de avanzar en su nombre, como sus embajadores.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOB Viernes 2da semana


Primera lectura:1 Sm 24, 3-21
En aquellos días, Saúl tomó consigo tres mil hombres valientes de todo Israel y marchó en busca de David y su gente, en dirección de las rocas llamadas "las Cabras Monteses", y llegó hasta donde había un redil de ganado, junto al camino. Había allí una cueva, y Saúl entró en ella para satisfacer sus necesidades.

David y sus hombres estaban sentados en el fondo de la cueva. Ellos le dijeron: "Ha llegado el día que te anunció el Señor, cuando te hizo esta promesa: 'Pondré a tu enemigo entre tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca' ".

David se levantó sin hacer ruido y cortó la punta del manto de Saúl. Pero a David le remordió la conciencia por haber cortado el manto de Saúl y dijo a sus hombres: "Dios me libre de levantar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor". Con estas palabras contuvo David a sus hombres y no les permitió atacar a Saúl.

Saúl salió de la cueva y siguió su camino. David salió detrás de él y le gritó: "Rey y señor mío". Y cuando Saúl miró hacia atrás, David le hizo una gran reverencia, inclinando la cabeza hasta el suelo, y le dijo: "¿Por qué haces caso a la gente que dice: 'David trata de hacerte mal'? Date cuenta de que hoy el Señor te puso en mis manos en la cueva y pude matarte, pero te perdoné la vida, pues me dije: 'No alzaré mi mano contra el rey, porque es el ungido del Señor'. Mira la punta de tu manto en mi mano. Yo la corté y no te maté. Reconoce, pues, que en mí no hay traición y que no he pecado contra ti. Tú, en cambio, andas buscando la ocasión de quitarme la vida. Que el Señor sea nuestro juez, y que él me haga justicia. Yo no alzaré mi mano contra ti, porque como dice el antiguo proverbio: 'Los malos obran mal'. ¿Contra quién has salido a guerrear, rey de Israel? ¿A quién persigues? A un perro muerto, a una pulga. Que el Señor sea el juez y nos juzgue a los dos. Que él examine mi causa y me libre de tu mano".

Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió: "¿Eres tú, David, hijo mío, quien así me habla?" Saúl rompió a llorar y, levantando la voz, le dijo: "Tú eres más justo que yo, porque sólo me haces el bien, mientras que yo busco tu mal. Hoy has demostrado conmigo tu gran bondad, pues el Señor me puso en tus manos, y tú no me has quitado la vida. ¿Qué hombre, que encuentra a su enemigo, le permite seguir su camino en paz? Que el Señor te recompense por lo que hoy has hecho conmigo. Ahora estoy cierto de que llegarás a ser rey y de que el reino de Israel se consolidará en tus manos".

Salmo Responsorial: Salmo 56, 2. 3-4. 6 y 11Apiádate de mí, Señor, apiádate, pues en ti me refugio;
me refugio a la sombra de tus alashasta que pase el infortunio.
R. Señor, apiádate de mí.Voy a clamar al Dios altísimo, al Dios que me ha colmado de favores;
desde el cielo, su amor y su lealtad me salvarán de mis perseguidores.
R. Señor, apiádate de mí.Señor, demuestra tu poder y llénese la tierra de tu gloria;
pues tu amor es más grande que los cielos y tu fidelidad las nubes toca.
R. Señor, apiádate de mí.

Aclamación antes del Evangelio: 2 Cor 5, 19
R.
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.

Evangelio:Mc 3, 13-19
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos lo siguieron.
Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios.

Constituyó entonces a los Doce:
a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro;
después, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir "hijos del trueno";
a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás,
Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo
y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.

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