que Él viva su vida en nosotros - Jn 6, 30-35


Jesús quiere ser parte de nosotros, obrar en nosotros vivir en nosotros, dar testimonio a través de nosotros. El odio, el fanatismo y el egoísmo nos aleja de la verdad y del amor que Jesús nos trajo desde el seno de su Padre.

Por ese celo fanático, incluso uno tan bien intencionado como Saúl de Tarso aprobó apedrear a quien según él, promovía una herejía. 

Lejos del odio y cerca del verdadero amor, el propio Esteban aceptó su suerte en paz, "lleno del Espíritu Santo". 

Incluso cuando fue arrastrado fuera de la ciudad en el medio de un vórtice de odio, Esteban no respondió a la ira con ira, ni a la frustración con la rabia. 

Se elevó por encima de la incredulidad y la violencia con la fuerza que ganó del Señor resucitado. Con el Espíritu del resucitado, debatió poderosamente con sus jueces en la corte del Sanedrín, pero más importante, reconoció la providencia y la voluntad de Dios, donde otros ejercían el odio y el fanatismo y seguían atrapados por la ira, la frustración y la violencia. Esteban se mantuvo en control porque él mismo se había entregado al Señor Jesús. 

Porque el Señor quiere vivir su vida en nosotros, nos invita a ir hacia él para recibirlo como nuestro pan de vida. En las palabras del evangelio de hoy: "Yo soy el pan de vida, el que viene a mí nunca tendrá hambre." Nuestro ir hacia el Señor debe acrecentar nuestra fe, y el alimento que recibimos de él, nos permite abrirnos para dejarlo entrar, para permitir que él viva su vida en nosotros, de modo que, de alguna manera, podamos continuar dando carne a su palabra, a su acción liberadora, a vivir la vida desde su perspectiva y actitudes fundamentales para mejorar el mundo. Para vivir en él, debemos entregarnos a él.

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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano


Primera lectura: Hch 7, 51–8, 1
En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: 
"Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. 
Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? 
Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, 
al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. 
Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado".

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron 
y rechinaban los dientes de rabia contra él. 
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: "Estoy viendo 
los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios".

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.

Salmo Responsorial: Salmo 30, 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21ab
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio,
la muralla que me salve.
Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa,
por tu nombre, dirígeme y guíame.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tú, mi Dios leal, me librarás.
En ti, Señor, deposito mi confianza
y tu misericordia llenará de alegría.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia;
cuídame, Señor, y escóndeme junto a ti,
lejos de las intrigas de los hombres.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 6, 35
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan de la vida, dice el Señor; el que viene a mí no tendrá hambre.
R. Aleluya.

Evangelio: Jn 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: 
"¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos 
y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? 
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, 
como está escrito: les dio a comer pan del cielo".

Jesús les respondió: "Yo les aseguro: 
No fue Moisés quien les dio pan del cielo; 
es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. 
Porque el pan de Dios 
es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo".

Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". 
Jesús les contestó: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed".

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