Respetar el entusiasmo de los demás

Tanto Pedro como Pablo encontraron que existía un espíritu de amor y fervor religioso entre los gentiles no bautizados. Lo que Jesús había orado por sus discípulos fue hallado entre los extranjeros antes de su bautismo. 

Pedro reconoció un segundo Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre la casa del Romano, Cornelio, del mismo modo que cuando el Espíritu vino a los discípulos en el aposento alto. Por eso bautizó de inmediato a estas personas en el nombre de Jesucristo. 

No se les exigió que primero se circuncidaran, ni obedecieran las leyes dietéticas judías. Bautizarlos de inmediato le parecía lo correcto, aun cuando Jesús mismo había observado la circuncisión ya otras prescripciones mosaicas.

A veces aprendemos cuando nos enfrentamos a una fe pre-existente, encontrando a una persona con dones innegables del Espíritu, pero en rebelión con algunas de nuestras tradiciones católicas. 

Estas personas sinceras, dotadas de sentido común, pero incapaces de ponerse de acuerdo sobre la doctrina magistral, son como los "gentiles" que recibieron el espíritu de una manera que chocaba con las tradiciones y costumbres judías. Dicho claramente, parecían estar fuera de la ley de Dios.

Entonces, ¿de qué manera las puede dirigir el espíritu de Jesús? o, ¿son ellos están parcialmente correctos y nosotros en parte equivocados, cegados y parcializados?

La Biblia nos ofrece dos líneas de consejos sobre este punto: Primero, nunca debemos negar la presencia del Espíritu Santo dondequiera que la bondad, la paciencia y el sacrificio por el bien de los demás estén manifiestamente presentes. Estos son dones del Espíritu, no importan los conceptos erróneos que puede tener esa persona. La miembros de la casa de Cornelio puede que todavía estén  aferrados a muchas ideas paganas y supersticiosas, sin embargo, Pedro permitió que sean bautizados  inmediatamente.

El segundo consejo está en lo que el Concilio de Jerusalén estableció. Los gentiles conversos deben respetar algunas sensibilidades profundamente arraigadas de sus hermanos (judíos) cristianos, procedimientos todos relacionados de alguna manera con la sangre: no casarse con parientes cercanos; No consumir sangre directa o indirectamente en el caso de animales mal matados; y no comprar carne que se había ofrecido a los dioses paganos. 
Se pidió a ambas partes hacer concesiones para el bien de los demás. La conversión no consiste sólo en la doctrina; Es una reconciliación con una familia donde Jesús es la cabeza.

La alegría de Jesús

Con frecuencia encontramos referencia al "gozo" y al "regocijo" en el Nuevo Testamento. San Pablo escribe a menudo: "Me alegro", y se refiere al "gozo" como el fruto del Espíritu. 

En el evangelio de hoy, Jesús dice que quiere que su propia alegría esté en nosotros. La alegría es en el corazón del evangelio; no es sorprendente cuando consideramos que el evangelio literalmente significa "buenas nuevas". 

La noche antes de morir, Jesús le dice a sus discípulos que quiere que su alegría esté en ellos. Parece extraño que Jesús hable de "alegría" mirando ese lugar siniestro, donde le esperan hostilidad y muerte violenta. La "alegría" a la que se refiere no es lo que normalmente se considera alegría para los demás. 

Esta alegría es el fruto de saberse amado por Dios Padre, pase lo que pase, y es también el fruto de compartir ese amor con sus discípulos y con toda la humanidad. 

La alegría que él desea para sus discípulos, y para todos nosotros, es: compartir su propio gozo con los discípulos y quienes lo aman, es el fruto de sabernos amados por Jesús hasta el fin y que ese fruto se traduzca en nuestro compartir ese amor con los demás, amarnos unos a otros como él nos ha amado. 

La alegría es sinónimo de amor auténtico, el amor del Señor por nosotros y nuestro amor por el otro con el amor del Señor.
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Lecturas Bíblicas en Lenguage Latinoamericano



Primera lectura: Hch 15, 7-21
Por aquellos días, después de una larga discusión sobre el asunto de la circuncisión, Pedro se levantó y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:

"Hermanos: Ustedes saben que, ya desde los primeros días, Dios me eligió entre ustedes para que los paganos oyeran, por mi medio, las palabras del Evangelio y creyeran. Dios, que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros. No hizo distinción alguna, ya que purificó sus corazones con la fe.

¿Por qué quieren irritar a Dios imponiendo sobre los discípulos ese yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar? Nosotros creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos''.

Toda la asamblea guardó silencio y se pusieron a oír a Bernabé y a Pablo, que contaban las grandes señales y prodigios que Dios había hecho entre los paganos por medio suyo. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:

"Hermanos, escúchenme. Pedro nos ha referido cómo, por primera vez, se dignó Dios escoger entre los paganos un pueblo que fuera suyo. Esto concuerda con las palabras de los profetas, porque está escrito: Después de estos sucesos volveré y reconstruiré de nuevo la casa de David, que se había derrumbado; repararé sus ruinas y la reedificaré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre. El Señor que hace estas cosas es quien lo dice. Él las conoce desde la eternidad.

Por lo cual, yo juzgo que no se debe molestar a los paganos que se convierten a Dios; basta prescribirles que se abstengan de la fornicación, de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si alguien se extraña, Moisés tiene, desde antiguo, quienes lo predican en las ciudades, puesto que cada sábado se lee en las sinagogas''.

Salmo Responsorial: Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 10
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Cantemos al Señor un canto nuevo, que le cante al Señor toda la tierra;
cantemos al Señor y bendigámoslo.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos,
de nación en nación, sus maravillas.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Caigamos en su templo de rodillas. "Reina el Señor", digamos a los pueblos,
gobierna a las naciones con justicia.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 27
R.
Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio: Jn 15, 9-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Como el Padre me ama, así los amo yo.
Permanezcan en mi amor. 

Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor;
lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre
y permanezco en su amor. 

Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes
y su alegría sea plena".

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