Nuestro potencial interno - Lucas 8:4-15

RELEXIÓN COLUMBANA PARA EN SÁBADO DE LA SEMANA 24, A

Un potencial divino hierve a fuego lento en el fondo de cada uno de nosotros, Jesús lo compara con una semilla, enterrada en el suelo. Antes de ser sembrada, difícilmente se sospecha que de esa semilla se desarrollará una flor. No se puede apurar el proceso por el cual la semilla "muere" o se desintegra para renacer. Se necesita tiempo y una espera silenciosa dentro de la oscuridad, de la tierra caliente.

Cuando Pablo escribe sobre la parte de nosotros que está "sujeto a podrirse", dice que como cuerpo, como gente de la tierra tenemos que morir. No es que esa parte sea mala o inútil, sino que como la flor que se marchita para que se forme la semilla en todo su potencial, también nosotros debemos morir a nosotros mismos para renace como nuevas criaturas, hermosas, útiles y divinas. Nuestro Yo futuro sigue ligado a nuestro Yo antiguo, pero renovado, lo mismo que la nueva planta que crece de la semilla, superando lo "viejo" de maneras inimaginables. Somo sembrados como debilidad, y renacemos como la fuerza. La fe de Pablo en la resurrección lo hace el más optimista de los profesores de religión.
La parábola del sembrador y su explicación, son una invitación evangélica a los cristianos de siempre. El punto clave de la parábola es la semilla de la Palabra de Dios. Resalta el papel transformador que tiene la Palabra de Dios cuando es acogida, escuchada y practicada por quienes quieren seguir a Jesús para vivir en y de su mensaje y testimonio de vida.

Al explicar la parábola Sembrador, Mateo da otros consejos sobre la vida. Lo mismo que la semilla, la Palabra de Dios, puede caer en los senderos y ser pisoteada; Los misterios de nuestra vida no pueden ser dejados a la explicación de cada persona que quiera explicarla ni deben estar fácilmente sometidos a la opinión y consejo de cualquiera. La semilla que cae en terreno pedregoso, no puede echar raíces y rápidamente se seca, eso nos pasa a nosotros cuando no dejamos que la inspiración de Dios, su palabra, hunda profundamente sus raíces en nuestras vidas y se convierta en una parte de nosotros mismos. Tampoco debemos tirar las semillas en medio de zarzas, eso pasaría cuando nos perdemos en el torbellino que nos lleva a la búsqueda del placer sensorial como fin último, y nos hace perder el gusto por la oración, la reflexión y la abnegación que cada persona necesita para madurar. Por último, la semilla que cae en buena tierra y produce una cosecha abundante, es como dejar que la gracia de Dios se integre completamente en nosotros. La buena o mala cosecha depende de la calidad de nuestras vidas, vivida en nuestro período de tiempo.
La palabra está siempre disponible a quienes la quieren escuchar y a los corazones que la quieran acoger. El problema de los discípulos y de las primeras comunidades cristianas es que la semilla de la Palabra no estaba produciendo los efectos que ella debería producir. Por esto, el egoísmo de una comunidad no se daba por la ausencia de la Palabra sino porque la comunidad tenía seco y rocoso el corazón. En cambio, las comunidades que trabajan con alegría y entusiasmo por un mundo mejor, dan testimonio de la eficacia o de los frutos de esta Palabra.





LECTURAS BÍBLICAS EN LENGUAJE LATINOAMERICANO

1Corintios 15, 35-37. 42-49:
 Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible
Hermanos: Alguno preguntará: "¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?" ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual.

Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: "El primer hombre, Adán, fue un ser animado." El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.

Salmo responsorial 55: R./ Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.

Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios.
R./ Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre?
R./ Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
R./ Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.

Lucas 8, 4-15:
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando


En aquel tiempo se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: "Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.

El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto el ciento por uno". Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿Qué significa esa parábola?" El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".





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