2do Miércoles de Pascua, A / Vino a salvarnos

Hch 5,17-26: Los hombres que encerraron en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo
Salmo responsorial 33: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
Jn 3,16-21: Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él


Jesús es el rostro misericordioso del Padre que nos ama entrañablemente y quiere para nosotros una vida abundante. 

Encontrarnos con Él es nacer de nuevo, de lo alto; porque experimentar cuánto Dios nos ama, transforma radicalmente la vida, llenándola de sentido y plenitud. 

Gozamos cuando entendemos que la mayor expresión del amor de Dios por la humanidad es Jesús, Él es la expresión mayor del amor de Dios por la humanidad.


Pedro y Juan se encuentran atrapados en un conflicto que involucra al Sumo sacerdote y el Sanedrin entero además de los guardias del Templo. Los Apóstoles están presos, y Dios manda a sus ángeles para que intervengan. 

A un nivel universal, esta lucha hace eco al hecho de que Dios manda a su único hijo como su luz, para iluminar al mundo. La luz choca con la oscuridad poniendo a juicio todo el universo. 

Después de haber sido liberados por el ángel, Pedro y Juan regresan a los patios del templo y se ponen a predicar ante un público que los oye con entusiasmo. Pareciera como si ignoraran que recién han escapado y actúan como si nada hubiera pasado, a pesar de la liberación del ángel. Cuando los guardias del templo intervienen, deben hacerlo “sin abusar de su fuerza por temor a ser apedreados por la gente”, De un modo u otro, esta gente sencilla, sin más armas que unas piedras obligan a los guardias a hacer su trabajo sin abusar.

El amor de Dios nos libera y guía para abandonar el egoísmo que nos trae soledad y la muerte, desata nuestras energías vitales y nos llevan a amar al modo de Jesús con un amor que salva dando todo de sí. Jesús parece pedir nada más que sinceridad, actuar “en la verdad” y vivir en la luz que trae su presencia. La palabra nos invita a creer en Jesús, a no rechazar su propuesta de vida, a elegir la luz en vez de las tinieblas. En nuestras obras se juzga la aceptación o el rechazo a Jesús: “el que obra conforme a la Verdad se acerca a la luz”. 

Obrar la verdad significa compartir la suerte de los hombres y mujeres que sufren los males e injusticias del mundo. La profunda intuición de la fe de la gente se convierte en uno de los pilares que hacen estable cualquier religión. Su respuesta a los hechos reales, su entusiasmo, su espontánea defensa de los indefensos Pedro y Juan, su habilidad para llamar a todo y todos por su verdadero nombre, su lealtad continua, su confianza en la presencia de Jesús entre ellos, su espíritu de esperanza en la bondad de la creación de Dios, aquí es donde se hace la diferencia entre triunfo y derrota, en cumplir con la voluntad de Dios para nuestra salvación.

Jesús renueva la vida con su amor íntimo y también nutre esa vida con su amor en familia.

Su presencia es tan clara como la luz del sol y nos rodea desde cualquier lado.

Pero como los rayos del sol, evade nuestro entendimiento y en realidad nunca está bajo nuestro control.

Como lo recuerda Pablo en su carta a los Filipenses 4, 8, con gentileza y suavidad, el Espíritu de Jesús nos sumerge e impulsa a crecer en amor y confianza. Despierta en nosotros un cálido entusiasmo por la vida, confianza en los demás, rapidez para apoyar cualquier iniciativa que es buena, noble o que inspira y apoya la fe. Desde el compromiso del amor que nos salva, Gabriel Marcel decía: “Amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás”.

Lecturas para el 2do Miércoles de Pascua, A

Hechos 5,17-26: Los hombres que metieron en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. 

Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles: "Vayan al templo y explíquenle allí al pueblo íntegramente este modo de vida." 

Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar.

Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar: "Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro." El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando: "Los hombres que metieron en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo." 

El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.

Salmo responsorial: 33: 

Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren.
R./ Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Proclamen conmigo la grandeza del Señor, 
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, 
me libró de todas mis ansias.
R./ Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Contémplenlo, y quedarán radiantes, su rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
R./ Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Gusten y van qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
R./ Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.


Juan 3,16-21: Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. 

Porque Dios 
no mandó su Hijo al mundo 
para juzgar al mundo, 
sino para que el mundo se salve por él. 

El que cree en él no será juzgado; 
el que no cree ya está juzgado, 
porque no ha creído 
en el nombre del Hijo único de Dios. 

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

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