4to Martes de Pascua, A / San Bernabé, Mentor especial de Pablo


Dios puede iluminar el misterio de nuestras vidas sólo si nos permitimos el tiempo para ser perceptivo y contemplativo. Estas fueron las cualidades que caracterizaron el apóstol Bernabé, prácticamente canonizado incluso en vida como "un buen hombre lleno del Espíritu Santo y de fe." 

Su nombre se interpreta como "hijo de consolación" como lo vemos en Hechos 4: 36. Fue originalmente llamado José, y se lo comenzó a llamar Bernabé debido a su estilo de vida alentador y a su personalidad que apoyaba y ayudaba siempre. 

La apertura de Bernabé a los dones de Dios lo llevó a Tarso para buscar a Pablo y llevarlo a Antioquía. Si no hubiera sido por él, Pablo podría haber estado perdido en las silenciosas arenas de algún desierto solitario. 

En el evangelio de hoy, reconocemos que por medio de Bernabé Jesús llamó por su nombre a su oveja descarriadas "Pablo" y lo llevó por un camino que transformó a la actividad misionera y la naturaleza misma de la Iglesia. 

Hoy, también nosotros tenemos que pensar cómo podemos ser instrumentos que ayuden a otros a percibir su dignidad, su potencial y el servicio que puede prestar cuando son llamados por Dios.

La iniciativa motivada por la fe y el discipulado viene en última instancia de Cristo mismo. Es a partir de él que recibimos la vida eterna, y por él estamos sumergidos en la Santísima Trinidad. Unidos con Jesús, nos unimos al Padre y al Espíritu Santo; y heredamos la promesa de nuestro Señor: "Yo les doy vida eterna y jamás perecerán. Nadie los arrebatará de mi mano." Esto sigue siendo cierto incluso en momentos en que la iglesia institucional se ve disminuida en tamaño e influencia. De hecho, nuestra pertenencia real a la iglesia puede se prueba en las dificultades y juntos podemos ayudarla a ser aún más auténtica y fecunda, aún en tiempos como estos.

Lecturas en Latinoamericano del Martes de la 4ta Semana de Pascua, Ciclo A

Hechos 11,19-26: Se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles el Señor Jesús
En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.

Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.

Salmo responsorial: 86

Él la ha cimentado sobre el monte santo; 
y el Señor prefiere las puertas de Sión 
a todas las moradas de Jacob. 
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
R./ Alaben al Señor, todas las naciones.
Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.  Se dirá de Sión: 
"Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado."
R./ Alaben al Señor, todas las naciones.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: 
"Éste ha nacido allí." 
Y cantarán mientras danzan: 
"Todas mis fuentes están en ti."
R./ Alaben al Señor, todas las naciones.

Juan 10,22-30: El Padre y Yo somos uno
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Se lo he dicho, y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero ustedes no creen, porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

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