Una cosecha desde la paciencia y la perseverancia - Mt 13, 1-9



Hoy comenzamos la serie de lecturas de Jeremías, uno de los profetas más influyentes, cuyo impacto en la piedad popular de Israel fue inmensa. La fama y popularidad de Jeremías nos ayuda a entender por qué el libro está tan ligado entre el hebreo y su pronta traducción griega. Se editaron y ampliaron dichos que eran populares entre la gente común. Hoy también comienza la serie de parábolas del Evangelio de Mateo. La parábola es una historia que termina de golpe en una sola línea. El contenido  fluye naturalmente en la historia y por lo general, sorprende al lector en su aplicación. Cuando comparamos ésta parábola en los diferentes evangelios, vemos cómo cada evangelista adaptó libremente estas enigmáticas historias.

La parábola del sembrador es comparada con la paciencia de Dios con nosotros. Jesús describe el crecimiento normal de trigo o de cebada del modo que era familiar para sus oyentes.

Jesús resalta que siempre habrá una cosecha de lo que se siembra. Algunos daremos mucho fruto y otros pocos, pero en la cosecha del Reino no se quiere excluir a nadie. Todos los que producimos fruto seremos reunidos, aunque algunos produzcmos cien, otros sesenta u otros treinta. En la construcción del Reino todos tenemos una tarea, con pocos o muchos talentos.
La parabola resalta la importancia de la espera como un proceso natural en la construcción del reino.

Hacia el final de su carrera, Jeremías cuenta la historia de su vocación, y atribuye su éxito al cuidado que Dios tuvo con él, incluso antes de su nacimiento.

Rendido ante la providencia de Dios, se descubrió asímismo como "un profeta de las naciones", una esperanza dejada para las generaciones futuras. 


Ésta esperanza, como nos lo dice Pablo en su carta a los Gálatas 1, 15, se cumplió en Cristo.
Como en Jeremías o en nosotros, cada esperanza dirigida por Dios conduce a una buena cosecha, ya sea pequeña o grande. Para la ocnstrucción del Reino de Justicia, verdad, paz y alegría, todo habrá valido la pena.

Primera lectura: Jer 1, 1. 4-10
Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín.

En tiempo de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: "Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco;
desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones".

Yo le contesté: "Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho".

El Señor me dijo: "No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande.
No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte", palabra del Señor.

El Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me dijo:
"Desde hoy pongo mis palabras en tu boca y te doy autoridad sobre pueblos y reyes,
para que arranques y derribes, para que destruyas y deshagas, para que edifiques y plantes".

Salmo Responsorial: Salmo 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17
R. (cf. 15) Señor, tú eres mi esperanza.
Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado.
Tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo.
R. Señor, tú eres mi esperanza.
Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que mi salves.
Y pies eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.
R. Señor, tú eres mi esperanza.
Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío.
Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
R. Señor, tú eres mi esperanza.
Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia.
Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo.
R. Señor, tú eres mi esperanza.

Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo;
todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.
R. Aleluya.

Evangelio: Mt 13, 1-9

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

"Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga".

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