1er. Jueves de Pascua, Ciclo A / Reconciliados por el poder de lo alto

Hechos 3,11-26: Mataron al autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Salmo responsorial: 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Lucas 24,35-48: Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.

La convicción de Pedro es que Jesús, como Mesías encarna y cumple con todo lo que los Judíos habían esperado durante muchos siglos. Según él, "Todos los profetas han anunciado los acontecimientos de estos días." Esto trae el eco de lo que dijo el mismo Jesús en la tarde del día de Pascua, "Todo lo escrito acerca de mí en Moisés y los profetas tenían que cumplirse." La creencia popular es que los planes y predicciones de Dios están inmersos en la existencia humana, y se están realizando en el largo recorrido de la historia. Generaciones de personas han encontrado sus esperanzas sostenidas, sus pruebas superadas, sus leyes y costumbres purificadas, gracias al Espíritu de Dios que las provocó. Nosotros debemos llegar a ser testigos de esto, en nuestra generación.

En un espíritu reconciliador, Pedro afirma que las personas actuaron mal "por ignorancia." Tal vez sea más fácil para nosotros admitir que nuestras vidas son guiadas por la divina providencia que aceptar que este viaje guiado por la providencia a veces puede incluir incómodas características como la ignorancia y la malicia. 

Si queremos ser sinceros, debemos admitir y corregir nuestra ignorancia pasada y el de nuestra iglesia, no ignorada. En el pasado reciente de nuestra iglesia, cuánto daño ha causado los torpes intentos de encubrir delitos, en lugar de enfrentarlos. Afortunadamente, a partir de las iniciativas del Papa Benedicto, y ejercidas con más vigor por el Papa Francisco, nuestra iglesia ha adoptado prácticas más rigurosas para proteger a los más débiles de los abusos intra-eclesiales. Como dice San Pedro, Dios no nos condenará por lo que nunca tuvimos intención de hacer. Él nos pide que seamos pacíficos cuando haya que enfrenta los muchos eventos que están fuera de nuestro control. 

En el Evangelio, el Señor resucitado se aparece en medio de los discípulos y los saluda con la paz. La fe en el Resucitado es un proceso, un camino a transitar. En este pasaje, Lucas dice que la vida alcanza su plenitud porque Él ha vencido la muerte. “El amor y la verdad se encuentran, la justicia y la paz se besan” (Salmo 85). Jesús los invita a mirar sus manos y sus pies. Come con ellos, comparte la mesa y el pan. ¡Es el crucificado el que ha resucitado! Todas las promesas se han cumplido en Jesús. Todo lo que está escrito en la ley, los profetas y los salmos se realizó en la pascua de Jesús.

Las Escrituras nos dicen que Jesús redimió al mundo a pesar de las acciones ignorantes, impulsivas y violentas de los que lo rechazaron. Es verdad que Dios puede escribir derecho, aun con renglones torcidos! 

Ahora se inicia el tiempo de la misión. En su nombre hay que anunciar la Buena Noticia a todas las naciones. La comunidad de los testigos se prepara. La palabra confirma la presencia del Viviente y enciende el fuego de un amor misionero que lleva a postergar temores y dudas, afirmados en la serena certeza de saber que Él vive en medio de ellos y los envía a Evangelizar allí donde los pobres reclaman el derecho a vivir con dignidad.

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