1er. Martes de Pascua, Ciclo A / Reconociendo al Señor


Hechos 2, 36-41: Conviértanse y bautícense todos en nombre de Jesucristo.
Salmo responsorial: 32 La misericordia del Señor llena la tierra.
Juan 20, 11-18: ¡He visto al Señor!


Un lado fascinante de las narraciones de Pascua es que transmiten una sensación de que el reconocimiento de Jesús resucitado, por sus amigos y seguidores más cercanos es gradual. Juan presenta vívidamente a María Magdalena desafiando el jardinero a devolverle el cuerpo de Jesús, esto nos transmite una idea de su estupor y confusión. Al principio, lo único que esperaba era poder honrar sus restos mortales. Cuando Jesús llama a María por su nombre (Miriam, en hebreo) da un salto de alegría al reconocerle: Él está allí, verdaderamente vivo!

Lo interesante de la Magdalena es su afán de contarles a los otros acerca de Él, de compartir su experiencia religiosa. La frase "Ve y dile" es una frase muy recurrente en estos episodios de Pascua. Magdalena le dirá al resto del grupo, no sólo de que Él está vivo sino que va de regreso al Padre, su Padre y el de ellos, el Dios Padre con quien tiene y goza de una unión tan íntima que con cualquier otro ser humano. Esta relación única y especial expresada en la frase "mi Padre y el Padre de ustedes" es lo que la Magdalena reconoce, atesora y quiere transmitir. Escuchar su voz le revela a Magdalena un amor de fuego que transforma lo profundo de la persona, le impulsa a anunciarlo y a darlo a conocer con la vida y la palabra: 
¡He visto al Señor! “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos, es lo que les anunciamos: la palabra de vida.” (1Jn 1,1).

La primera lectura nos muestra a Pedro, el principal testigo público de la iglesia, queriendo ayudar a su pueblo judío a reconocer a Jesús como su salvador y Mesías, incluso a aquellos que pidieron su muerte y apoyaron de su crucifixión.

El Mesías que ellos habían llegado a conocer quiere invitar a todos, con todos sus pecados perdonados, a la salvación. Lo único que necesitan hacer para acercarse a Dios es aceptar a Jesús con fe, expresar su conversión con el bautismo, para recibir el derramamiento del Espíritu Santo. Si lo hacemos con fe, en esta semana de Pascua podemos reconocer de nuevo las diversas formas en que Jesús sigue vivo entre nosotros, no sólo en la santa Eucaristía y en el Evangelio que leemos, sino también en nuestra comunidad, en nuestros hermanos cristianos, en las bendiciones de este mundo, y en todo lo bueno y mejor de nosotros mismos.

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