TOC - 5ta Semana de Cuaresma - La vida eterna desde la cruz - Jn 8, 21-30 y Num 21, 4-9
Num, 21, 4-9
Dejaron el monte
Hor por el camino del mar de Suf para rodear el territorio de Edom. En el
camino el pueblo perdió la paciencia y murmuró contra Dios y Moisés: "¿Por
qué nos hicieron subir de Egipto para que muramos en el desierto sin pan y sin
agua? ¡Ya estamos aburridos de esta comida sin gracia. Entonces Dios mandó
contra el pueblo serpientes-ardientes. Muchos de los Israelitas murieron por
sus mordeduras.
El pueblo fue a ver
a Moisés y le dijo: "Hemos pecado, hemos murmurado contra Yahvé y contra
ti. Ruega a Yahvé por nosotros, para que aleje de nosotros las
serpientes". Moisés oró por el pueblo, y Yahvé le dijo a Moisés:
"Hazte una serpiente-ardiente y colócala en un poste. El que haya sido
mordido, al verla, sanará". Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso
en un poste. Cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba la serpiente
de bronce y se sanaba.
El símbolo del pecado de Israel, el serafín - serpiente
en llamas ("serafín" significa "quemar" en hebreo), que los
atormentó con su mordedura venenosa, se transforma por obra de Yahvé en un
instrumento de la salvación. Moisés hizo una serpiente de bronce y la montó en
un poste, para que todo aquel que la vea, admita su pecado y lamente su ofensa
sea sanado por Yahvé.
El Reconocimiento de nuestro pecado purifica nuestra mente y nuestro corazón, desarma y expone todas nuestras excusas y llama al mal por su nombre propio "pecado". Este pecado es una ofensa contra el Dios que guía nuestras vidas. El pueblo de Israel se abre a una nueva perspectiva cuando admite que son sus ofensas y pecados los que les traen dolor y muerte, realiza que la murmuración es destructiva, y que su desprecio por el Maná provocó la ira de Dios.
Esta serpiente de bronce tiene una historia un tanto turbia. Mucho antes de que Moisés haga esta figura de cobre, la serpiente era una figura popular en los rituales de fertilidad cananeos, era una serpiente que simboliza al diablo en Génesis 3. Tal vez fue por este trasfondo pagano que esa serpiente de bronce de Moisés se convirtió más tarde en un objeto de culto falso (Nehustán= serpiente de bronce o ídolo-serpiente de bronce en Hebreo) y fue destruido como un ídolo por el rey Ezequías (2 Reyes 18: 4).
El Reconocimiento de nuestro pecado purifica nuestra mente y nuestro corazón, desarma y expone todas nuestras excusas y llama al mal por su nombre propio "pecado". Este pecado es una ofensa contra el Dios que guía nuestras vidas. El pueblo de Israel se abre a una nueva perspectiva cuando admite que son sus ofensas y pecados los que les traen dolor y muerte, realiza que la murmuración es destructiva, y que su desprecio por el Maná provocó la ira de Dios.
Esta serpiente de bronce tiene una historia un tanto turbia. Mucho antes de que Moisés haga esta figura de cobre, la serpiente era una figura popular en los rituales de fertilidad cananeos, era una serpiente que simboliza al diablo en Génesis 3. Tal vez fue por este trasfondo pagano que esa serpiente de bronce de Moisés se convirtió más tarde en un objeto de culto falso (Nehustán= serpiente de bronce o ídolo-serpiente de bronce en Hebreo) y fue destruido como un ídolo por el rey Ezequías (2 Reyes 18: 4).
San Pablo escribió: " Dios hizo cargar con nuestro pecado al que no cometió pecado, para que así nosotros participáramos en él de la justicia y perfección de Dios". (2 Cor 5:21). En la cruz, como en la serpiente abrasadora, Cristo, el único que vivió una vida sin pecado, es representado por el símbolo del pecado. La única forma en que nosotros podemos ser salvos después de haber sido mordidos por el pecado (representado por la serpiente) es mirando a Cristo, que fue levantado por nosotros. Juan 12: 32 “Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo”.
La bondad, la compasión y el perdón de Jesús contrastan con nuestras actitudes violentas y hostiles. La imagen de Jesús en la cruz muestra los efectos de la violencia humana, pero también revela "la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador" (Tito 3:4). El "intercambio milagroso" del que habla la liturgia es que mientras que Jesús se hace como uno de nosotros externamente (adoptando nuestra humanidad), por nosotros mismos no somos capaces de hacernos internamente como Él, y sentirnos hijos e hijas de Dios.
Su bondad fuerza al veneno de nuestra pecaminosidad fuera nuestro sistema, lo saca de nosotros. El soportar con amor la violencia de la crucifixión, y por su acto de amorosa entrega de sí mismo, llegamos como Jesús a pertenecer al Padre, que está por encima de todo.
La muerte de Cristo le quitó a Satanás todo el poder que tenía sobre el creyente. La condena que pesaba contra mí fue clavada en la cruz. Con su Espíritu Santo morando en mí, ya puedo decir no al pecado, en libertad. Satanás ya no tiene poder sobre nosotros.
Cuando Cristo da testimonio declarando que el Padre no le ha dejado solo, muchos llegan a creer. Hay una verdad fundamental de que lo que atrae a la gente a creer en Dios no es un argumento intelectual; sino que es el relato del Dios-con-nosotros, la historia de la salvación de nuestro Señor que habita en medio de Su pueblo elegido entonces y ahora: es la Buena Nueva, actuante, siempre presente.
¿Con qué frecuencia sentimos que Dios está distante, en que estamos solos dando volteretas en el frío de la caída libre de la desolación. Sin embargo, somos atraídos de nuevo a Cristo, que, aunque él preguntó en su cruz por el abandono del Padre, nos devuelve la certeza de que el Padre no nos deja solos.
Cuando Dios parece más lejano, cuando temblamos a la sombra de la cruz rodeados por la oscuridad de la muerte, es entonces que el Padre está más cerca, transformando las tinieblas en luz y la muerte en vida nueva vida por la resurrección, si sólo quisiéramos verlo así.
Oración
Dios Santo, vida y fuerza para mi jornada de hoy, ayúdame a confiar en ti, a seguirte,
a seguir tu camino y vivir a tu modo.
En medio de las dificultades que debo enfrentar hoy,
ayúdame a sentirte cerca, a verte cerca
en cada persona que encuentro en mi vida y en mi camino.
Ayúdame a vivir con la seguridad de que la vida la traes Tú,
aunque lo hayas hecho a través de la cruz.
Señor, yo creo. Disipa mi incredulidad.
Amén.
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