2do Martes de Pascua / Vivir día a día con Jesús

Hch 4,32-37:Todos pensaban y sentían lo mismo
Salmo responsorial 92: El Señor reina, vestido de majestad
Jn 3,5a.7b-15: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre

El salmo 92 (93) canta a la majestad de Yahvé, una majestad eterna que se funda en el amor por sus criaturas y por su creación. El salmista quiere disfrutar de las maravillas como don, como regalo y quiere entrar en sintonía con la belleza de esa revelación divina, en un espíritu de admiración y gozo. Reconoce la fuerza de esa presencia en Su palabra. 

En el 1, 18 de su Evangelio Juan manifiesta que sólo Jesús conoce al Padre por su relación íntima con Él y ha venido a dar testimonio de ello “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, Él nos lo dio a conocer.” Esa predicación y testimonio de Jesús es rechazado por los poderosos de Israel, porque los intereses del mundo egoísta son diferentes a los del mundo de Dios.  Nm 21, 4-9 nos recuerda que la serpiente se convierte en este caso en signo de vida, “Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba sanado.” 

Jesús se compara con ese signo de salvación diciendo que esa salvación se da por medio de una elevación, todo aquel que levante la vista y los mire serán sanados. Los mismo que en el Antiguo testamento se sanaban al ver ese signo, en estos nuevos tiempos, el Hijo del Hombre, levantado sobre el odio: crucificado y resucitado, da vida abundante, plena y eterna a todos los que creen en él y lo buscan. Creer en Jesús es nacer de lo alto, del Espíritu que con la fuerza del Viento se lleva proyectos de muerte, egoístas y perversos y nos impulsa a poner en juego el corazón y la vida como respuesta decidida al proyecto del Reino. 

Creer en el Resucitado es unirse a él, escucharlo y vivir su palabra, es andar por la vida día a día con Jesús. 


Lecturas para el segundo Martes de Pascua

Hechos 4,32-37: Todos pensaban y sentían lo mismo
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. 

José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

Salmo responsorial: 92: R./ El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad, 
el Señor, vestido y ceñido de poder.
R./ El Señor reina, vestido de majestad.
Así está firme el orbe y no vacila. 
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R./ El Señor reina, vestido de majestad.
Tus mandatos son fieles y seguros; 
la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
R./ El Señor reina, vestido de majestad.


Juan 3,5a.7b-15: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: 
"Tienes que nacer de nuevo; 
el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, 
pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. 
Así es todo el que ha nacido del Espíritu." 

Nicodemo le preguntó: "¿Cómo puede suceder eso?" 
Le contestó Jesús: "Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? 
Te lo aseguro, 
de lo que sabemos hablamos; 
de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptas nuestro testimonio. 
Si no creen cuando les hablo de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, 
así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, 
para que todo el que cree en él tenga vida eterna."

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