1er. Lunes de Pascua, Ciclo A / El sepulcro vacío quedó atrás



Hechos 2, 14. 22-23: Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos.
Salmo responsorial: 15: R./ Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Mateo 28, 8-15: Comuniquen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.


Las lecturas del Nuevo Testamento intentan describir de muchas y variadas maneras el milagro y el misterio de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús. El sermón de Pedro en el primer
Pentecostés fue dirigido a un grupo de judíos de la diáspora, que vinieron a Jerusalén desde diferentes países, y todos comprometidos con su identidad judía. Este sermón pone a Jesús dentro del marco de la historia judía. Así como el Dios vivo guió la historia del pueblo judío, Él dirigió la vida, muerte y resurrección de su Mesías elegido. La acción del poder divino que resucitó a Jesús de entre los muertos se había predicho ya en un salmo inspirado del rey David, mil años antes.

En opinión de Pedro, la predicción de David acerca de la victoria sobre la muerte se aplica directamente a Jesús, de cuya resurrección "todos nosotros somos testigos." En este sermón, Pedro muestra que Dios al resucitar a Jesús de entre los muertos estaba siendo fiel a su palabra bíblica, a su promesa.

De donde sacó San Mateo su historia sobre los guardias de la tumba, sobornados para afirmar que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús? Fue acaso porque los enemigos del movimiento Cristiano estaban corriendo ese rumor en su vecindad? Sabiendo que esa afirmación calumniosa estaba en el aire, Mateo pudo incluso haber inventado la historia del soborno como una respuesta coherente y adecuada. Lo que importa es que su inusual relato aclara en algo las diversas formas con que los evangelistas y el autor de los Hechos buscaban expresar lo inexpresable “el misterio de aquel que había vencido a la muerte, y todavía era una presencia vital entre sus fieles seguidores.

El sepulcro vacío quedó atrás. Rápidamente las mujeres se alejan para anunciar la Buena Noticia. Toda la vida, todas las energías, todas las fuerzas se orientan a comunicar el acontecimiento mayor de la fe: “¡Jesús está vivo, ha resucitado! En Galilea lo verán”. Así como en Galilea comenzó el anuncio del Evangelio por Jesús, en Galilea nacerá la Iglesia que anunciará a Jesús como la Buena Nueva del Reino.

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