Diferentes formas de ir a Jesus - Mt 9, 18-26 - Lunes Semana 14 TOA


Hemos visto a dos personas en necesidad de ayuda acercándose a Jesús, uno de ellos un funcionario de la sinagoga que pide ayuda en nombre de su hija y el otro una mujer que sufre de hemorragia, que viene a Jesús en su propio nombre. La manera en que estas dos personas se acercan a Jesús es muy diferente. El oficial de la sinagoga se acerca a Jesús de una manera muy pública, inclinándose ante él y hablando de su necesidad y de su petición de una manera que todos puedan oír. La mujer se acerca a Jesús en secreto, tocando la franja de su capa y hablando sólo para sí misma, esperando que las cosas cambien para mejor.

Ninguno de nosotros se acerca al Señor exactamente de la misma manera. Nuestra manera de relacionarnos con Jesús siempre tiene una cualidad que es única para cada uno de nosotros personalmente, así como cada uno de nosotros tiene una manera única de relacionarnos con otras personas. Tanto el funcionario de la sinagoga como la mujer eran personas de fe, pero tenían maneras diferentes de expresar su fe. Nuestra fe nos une como una comunidad de adoración, pero al hacerlo no suprime nuestra individualidad. No es así como Jesús respondió generosamente a los enfoques tanto del funcionario de la sinagoga como de la mujer en dificultades. Él no hizo ninguna distinción entre ellos, pero fue igualmente sensible a su necesidad y su grito de ayuda. La respuesta del Señor a nosotros siempre está conformada y respetuosa de la manera única en que nos acercamos a él.

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Agustín Zhao Rong, sacerdote, y Compañeros, mártires
Los santos mártires de China, o Agustín Zhao Rong (d. 1815) y sus 119 compañeros, incluyen a 87 católicos chinos y 33 misioneros occidentales, desde mediados del siglo XVII hasta 1930, martirizados por su ministerio cristiano y, en algunos casos Casos, por su negativa a apostar. Muchos murieron en la rebelión de los boxeadores, en la que campesinos xenófobos mataron a miles de conversos chinos junto con misioneros y otros extranjeros.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano
Lunes de la XIV semana del Tiempo ordinario

Primera lectura: Gn 28, 10-22
En aquel tiempo, Jacob salió de Berseba y se dirigió a Jarán. Al llegar a cierto lugar, se dispuso a pasar ahí la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó entonces una piedra, se la puso de almohada y se acostó en aquel sitio.

Y tuvo un sueño: Soñó una escalera que se apoyaba en tierra y con la punta tocaba el cielo, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Vio que el Señor estaba en lo alto de la escalera y oyó que le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre, Abraham, y el Dios de Isaac. Te voy a dar a ti y a tus descendientes la tierra en que estás acostado. Tus descendientes van a ser tan numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás hacia el oriente y el poniente, hacia el norte y hacia el sur; por ti y por tus descendientes serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Yo estoy contigo, te cuidaré por dondequiera que vayas, te haré regresar a esta tierra y no te abandonaré ni dejaré de cumplir lo que te he prometido".

Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: "Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía". Y exclamó asustado: "¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo".

Jacob se levantó de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto de almohada, la colocó como un memorial y derramó aceite sobre ella. Y a aquella ciudad le puso por nombre Betel, aunque su nombre primitivo era Luz.

Jacob hizo una promesa, diciendo: "Si Dios está conmigo, si me cuida en el viaje que estoy haciendo, si me da pan para comer y ropa para vestirme, si vuelvo sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios y esta piedra que he colocado como memorial, será casa de Dios. Y de todo lo que el Señor me dé, le pagaré el diezmo".

Salmo Responsorial: Salmo 90, 1-2. 3-4. 14-15ab

R.
Señor, en ti confío.

Tú que vivas al amparo del Altísimo
y descansas a la sombra del Todopoderoso,
dile al Señor: "Tú eres mi refugio y fortaleza;
tú eres mi Dios y en ti confío.
R. Señor, en ti confío.
El te librará de la red del cazador, y de la peste funesta.
Te cubrirá con sus alas y te refugiarás bajo sus plumas.
R. Señor, en ti confío.
"Puesto que tú me conoces y me amas, dice el Señor,
yo te libraré y te pondré a salvo.
Cuando tú me invoques, y te escucharé;
en tus angustias estaré contigo.
R. Señor, en ti confío.

Aclamación antes del Evangelio: 2 Tim 1, 10
R.
Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte
y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R. Aleluya.

Evangelio: Mt 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir".

Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: "Con sólo tocar su manto, me curaré". Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: "Hija, ten confianza; tu fe te ha curado". Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.

Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: "Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida". Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.




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